Según Luis Iván Bedoya y Augusto Escobar, la literatura del período es un campo de interpretación del fenómeno de la violencia, y de evolución en el tratamiento de este problema. Aducen que, “Se escriben novelas sobre la violencia que progresivamente van superando la referencia directa y escueta a una realidad presa de los acontecimientos más inmediatos, para llegarse a simbolizaciones que remiten a una realidad muy concreta, pero a partir de una decantación de los sucesos y su escritura que enriquecida artísticamente da cuenta mejor de la complejidad del fenómeno al apartarse del esquematismo y del maniqueísmo” (p.9). >
Dichos autores destacan como novelas representativas de este género literario El día señalado” de Manuel Mejía Vallejo y La mala hora de Gabriel García Márquez. El día señalado “… reúne todos los elementos propios para el tratamiento del tópico en una óptica literaria que avanza desde la superación del tremendismo y del naturalismo de las narraciones testimoniales, del maniqueísmo y del derroche alegórico y simbólico que diluye el drama personal y social determinado por la violencia” (1981, p. 132). Muy importante en la novela de la violencia es que refleje la atmósfera real de dicho periodo histórico, que el autor profundice en las raíces sociales, políticas y económicas a través de la memoria de sus personajes y en el miedo y violencia de la vida cotidiana, como es el caso de El día señalado (1981,p. 15). >
Bedoya y Escobar sostienen, retomando el ejemplo de la novela de Vallejo mencionada, que en el modelo acabado de esta literatura, la violencia se convierte en destino existencial de los personajes; los elementos que configuran la violencia son los siguientes: “El miedo, la memoria de la muerte, la muerte como realidad a cada momento y en cada vuelta del pueblo, el gamonalismo, el despojo y la extorsión, la complicidad oficial” A pesar de que en Colombia no han faltado, dentro de la crítica, las definiciones en torno a la literatura de la violencia como simplemente panfletaria y de denuncia social, sin sentido de la estética y desestructurada, autores como Luz Mary Giraldo dicen que a partir de la década de 1960 la narrativa se empieza a dinamizar, y hay una nueva forma de afrontar la violencia bipartidista, se “…abandona el carácter documental y testimonial que exploraba en los temas nacionales y las masacres de mitad del siglo XX, cumpliendo un proceso narrativo más complejo e interesante, al ser recreada o retomada en su ir y venir desde diversos ángulos y matices: reconociendo bandos opuestos, situaciones emocionales, introspección de personajes, épocas, escrituras y formas; mirando más allá de las heridas y la sangre derramada en cada página de ciertas ficciones anteriores” Queda claro que la literatura de la violencia fue perfeccionado su estilo y mejorando estéticamente.
Canales (1955); Cielo cerrado (1953); El día señalado (1964); La tierra éramos nosotros (1945); Tiempo de sequia (1957); Cuentos de la zona tórrida (1967).
Arturo Alape. Las Mujeres la Candela. Las Muertes de Tirofijo (1972).
Plino Apuleyo Mendoza. El día que enterramos las armas (1972).
Gabriel García Márquez. Un día de estos (1969) ;La mala hora (1962).
Hernando Téllez. Cenizas para el Viento (1950).
Jorge Zalamea. La metamorfosis de su excelencia (1949).
Gustavo Álvarez Gardeazábal. Cóndores no entierran todos los días (1972).
José Antonio Osorio Lizarazo. El día del odio(1952)
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